El All-Star Game de la NBA fue, para muchos, decepcionante. Los aficionados coinciden en que cada año el atractivo de un espectáculo que solía hipnotizar a los fanáticos es menor. Este 2024, se vio un encuentro por demás distendido, sin competitividad ni defensa, con una marca insólita de puntos (¡397!) y con un resultado final mucho más desparejo de lo deseado: el Este superó al Oeste por 25. Aparentemente, la NBA intentó evitar todo ello… pero sin éxito.

Adam Silver, comisionado de la NBA, había manifestado haber hecho todo lo posible para que el All-Star Game volviera a ser lo que era. El regreso al antiguo formato “Este-Oeste”, en lugar de los equipos por capitanes, pareció un primer paso para ello. Pero el propio Silver se mostró, como poco, disconforme una vez finalizado el juego del domingo. “Bueno… felicidades”, dijo, sobrio, mientras le entregaba el trofeo a los comandados por Giannis Anteotokounmpo y Damian Lillard.

El periodista Vincent Goodwill reveló un detalle que llamó aun más la atención. Antes de que comenzara el 73º Juego de las Estrellas, la NBA “envió” a tres leyendas a los vestuarios de ambos equipos con un pedido: André Iguodala, director ejecutivo de la NBPA, Larry Bird y Julius Erving ingresaron a los camerinos del Gainbridge Fieldhouse de indianápolis para recordarles a los jugadores la importancia de jugar un partido serio y pedirles competitividad. Evidentemente, no les hicieron caso.

El día anterior, Iguodala les había exigido algo similar a los novatos, previo al duelo de las Rising Stars. Los jóvenes sí fueron más dóciles y brindaron un buen espectáculo. Entre Bird, Irving e Iguodala suman ocho Anillos de la NBA, tres MVP de las Finales y tres MVP de la temporada regular. Ni siquiera eso alcanzó para que el All-Star Game recuperara su esencia, la que tanto añoran los fanáticos y cuya pérdida los aleja cada vez más del espectáculo.