La Fórmula 1 ha vivido una jornada realmente especial. El Gran Premio de Mónaco ha sido uno para el recuerdo. Si bien la carrera en sí no ha sido muy emocionante, el final le derramó una lágrima a más de uno. Charles Leclerc, nacido en Mónaco, finalmente pudo gritar campeón en su hogar. El piloto de Ferrari no solo no pudo contener las lágrimas en plena carrera sino que tras cruzar la meta y quedarse con el tan ansiado primer puesto, realizó una serie de festejos que quedarán para siempre en la memoria de todos los fanáticos de la Fórmula 1.
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Lágrimas y festejos únicos
Cuando la carrera estaba por finalizar, Leclerc experimentaba algo único. El piloto de Ferrari confesó: "Creo que donde más me costó contener mis emociones fue durante las últimas 10 vueltas de la carrera, más que en el podio. De hecho, dos vueltas antes del final me di cuenta de que estaba luchando por ver fuera del túnel solo porque tenía lágrimas en los ojos, y pensé: Demonios, Charles, no puedes hacer esto ahora, todavía tienes dos vueltas para terminar”.
Una vez que cruzó la meta, Leclerc no sólo gritó desaforadamente sino que, al igual que varios campeones, se arrojó al agua de Mónaco con su uniforme puesto para festejar como siempre quiso, en su hogar. Cuando finalmente se marchó del circuito, volvió a su casa en bicicleta, algo nunca antes visto. Tras varias horas de carrera, Charles no tuvo mejor idea que volver andando hasta su hogar.
Una carrera aburrida pero histórica
Si bien para los espectadores la carrera no fue muy emocionante, si que fue histórica. Además de ser la primera victoria de un monegasco en Mónaco en 93 años, se dio un hecho sin precedentes en la Fórmula 1. Fue la primera carrera en la historia de la competición en la que los 10 primeros puestos finalizaron exactamente igual que en la largada.