Tom Brady fue el mejor jugador que alguna vez pasó por la NFL y sin duda el gran responsable de que los New England Patriots ganaran seis Super Bowl con él como mariscal de campo titular. Pero su influencia en el equipo de Bill Belichick, según él mismo confesó en The Pivot, un podcast con Ryan Clark, Fred Taylor y Channing Crowder, fue a costa de algunas sonrisas.

Brady recordó aquellos Patriots de 2010 y aseguró que “parecían robots”, y que no se permitían entre sí “ni una broma o una mueca”. Reconoció que, inmerso en una conducta táctica y técnica muy disciplinada, perdió la alegría.

“Lo que habría cambiado habría sido la seriedad con la que empecé a tomarme las cosas, pero sobre todo el juego. Todavía lo amo, eso es evidente, y me da cierta envidia cuando veo a los jóvenes como Patrick Mahomes, salir a disfrutar, salir al campo riendo. Yo solía ser así y no sé qué demonios me pasó”, reflexionó.

Sin duda que la forma en que vivió el deporte le dio rédito y lo convirtió en el mejor jugador de todos los tiempos. Pero es el propio Brady, hoy retirado a los 47 años y con un contrato de diez temporadas como comentarista de la liga por 375 millones de dólares, el que confiesa que no siempre pudo vivirlo como deseaba:

“He estado toda mi vida pendiente de cumplir las expectativas que tenía la gente sobre mí y, aunque yo siempre fui ese niño de 14 años ilusionado con este deporte, ahora tengo otras muchas cosas”.

Ya no es aquel mariscal brillante. Hoy, es un empresario importante y ha invertido en equipos deportivos como el Birmingham City F.C., en startups tecnológicas y ha lanzado su propia marca de ropa: BRADY. Su última aparición pública fue cuando ingresó al Salón de la Fama de la NFL, algunas semanas atrás. El reconocimiento para el que, sostuvo el propio TB12, debió dejar algunas sonrisas de lado.