¿Qué fue de su vida? La historia del nadador más lento de los Juegos Olímpicos
La historia de Eric Moussambani, el nadador de Guinea Ecuatorial que hizo el peor tiempo de la historia. Se preparó en la pileta de un hotel y nadó absolutamente solo en Sídney 2000.
Una de las historias más particulares en la historia de los Juegos Olímpicos le corresponde a Eric Moussambani, un “nadador” nacido en Guinea Ecuatorial que se volvió famoso en Sídney 2000 por firmar el peor tiempo de la historia. En enero de aquel año no sabía nadar, pero de forma insólita se postuló para representar su país en las Olimpiadas y se preparó, entrenando en una pileta de hotel de 5 a 6 de la mañana y tres veces por semana, para correr una carrera que (aunque no lo sabía) lo tendría solo en la pileta. Una historia que trascendió, lo convirtió en pionero de su país y lo convirtió en famoso de un día para el otro.
En enero del 2000, Eric Moussambani vivía en su Malabo natal, la capital de Guinea Ecuatorial. Solo había nadado pocas veces y con ayuda en los ríos de uno de los países más pequeños de África. En realidad, solo había evitado ahogarse. Pero el Comité Olímpico de su país tomó una decisión que cambiaría su vida. Buscaban un nadador para competir en los Juegos Olímpicos de Sídney y ante la carencia de candidatos resolvieron permitir las postulaciones libres, sin ningún tipo de requisito. Solo había que presentarse en un hotel de Malabo a determinada hora y alzar la mano.
Moussambani se enteró del aviso y, con nulo conocimiento de lo que eran unas Olimpíadas, se atrevió. “Estuve dos horas esperando. Absolutamente solo”, reconoció luego. Nadie más había presentado su solicitud. Le preguntaron si era capaz de nadar en Sídney y tímidamente asintió. “Sigue entrenando fuerte. Y prepara tu pasaporte y una foto que vas como representante en natación”, devolvieron del otro lado. Pero él no tenía dónde nadar, ni entrenador, ni conocimientos previos. Sin embargo, ya estaba hecho: Eric Moussambani representaría a Guinea Ecuatorial ocho meses después.
No existían piletas olímpicas en todo su país. Por eso, no encontró más remedio que prepararse en la pileta de un hotel. “Es para los huéspedes”, le dijeron. “Pero puedes usarla tres veces por semana de 5 a 6 de la mañana”. Así, en una pileta de 12 metros (las olímpicas miden 50), de a poco, Moussambani fue desarrollando imperceptibles dotes de nadador. La preparación no fue extensa, porque solo ocho meses después llegó la fecha de inicio de la competición. ¿Cuánto había aprendido? Estaba por verse.
Eric Moussambani llegó a Sídney plagado de emoción. Sin conocer a los atletas, sin saber bien en qué consistían unas Olimpíadas y sin saber que iba a volver a su país siendo famoso. Llegó a la primera práctica en una pileta de 50 metros y no pudo ocultar su sorpresa: “Todo era inmenso, en especial, la pileta olímpica. ¡En mi vida había visto algo así!”, reconocería luego. Un entrenador sudafricano se acercó y le preguntó si era nadador. Moussambani se sinceró, le narró su historia y le contó el insólito motivo que lo había llevado allí ese día. El hombre, entonces, le dio algunos consejos, lo introdujo en la disciplina e incluso le regaló el traje de baño que luego el atleta utilizó para competir.
“Me enseñó todo”, confesaría Moussambani.
Llegó el 15 de septiembre de 2000 y los Juegos Olímpicos se inauguraron. Había tres representantes de Guinea Ecuatorial y el abanderado del país era nada menos que Eric Moussambani, un orgullo impensado. Cuatro días más tarde, llegó la hora de los 100 metros en el agua. Moussambani había leído el día anterior, de casualidad, que los jueces avisaban tres veces antes de que los nadadores debieran arrojarse al agua: algo que desconocía y le cambiaría la vida. Compitió junto a Karin Bare, de Nigeria, y Farkhod Oripov, de Tayikistán, pero ambos quedaron descalificados por partir en falso. Moussambani, entonces estaba solo contra el mundo. Y se tiró.
La técnica era paupérrima y el ritmo, peor. Comenzó a quedarse sin energías luego del primer largo e hizo un insólito esfuerzo por completar los 100 metros. Nunca había usado antiparras. Nunca había nadado tanto. Pero el público desgastaba sus manos aplaudiendo, entendiendo que la del de Guinea Ecuatorial era una carrera contra sí mismo. Moussambani terminó la travesía después de 1 minuto y 52 segundos, el peor tiempo en la historia de la disciplina. Para dimensionar: el récord mundial era de 48 segundos. Pero él tenía otros objetivos: “Sabía que el mundo entero me estaba observando: mi país, mi madre, mi hermana y mis amigos. No me preocupaba el tiempo. Todo lo que quería era terminar”.
Su desempeño llamó la atención enseguida. Los medios querían entrevistarlo, conocer su historia, mostrar sus intimidades. “La revista Time quería una exclusiva. ¡Yo ni sabía hablar en inglés!”, admitió. El histórico Ian Thorpe (que en esos juegos ganó tres medallas doradas) lo felicitó por su espíritu olímpico y Michael Klim lo saludó tras su proeza. Algunos, claro, se rieron. Y otros criticaron fervientemente que hubiera participado. Pero en lo que había concordancia era en que Eric Moussambani ya era famoso. Después de ese 19 de septiembre del 2000, se vio obligado a firmar autógrafos, dar notas, tomarse fotos. Y se volvió un pionero de la natación en su país. Tras su inolvidable aparición, inauguraron la primera pileta olímpica de Guinea Oriental. Y Moussambani se convirtió en el capitán del equipo nacional, aunque nunca más tuvieron un representante en la disciplina. Una lástima, o tal vez no. Porque eso hizo que la historia de Eric Moussambani permaneciera para siempre como única e inigualable.
Mira su travesía en el agua
Qué fue de la vida de Eric Moussambani
Después de ese 19 de septiembre del 2000, se vio obligado a firmar autógrafos, dar notas, tomarse fotos. Y se ganó el apodo, tal vez irónico, de “anguila”. Más allá de su olvidable resultado en Síndey, Moussambani se propuso mejorar sus destrezas de nadador y lo consiguió: bajó su tiempo de 1:52 minutos a 55 segundos, según sostuvo. Quiso demostrar su crecimiento en los siguientes Juegos Olímpicos, en Atenas, pero problemas de trámites le impidieron participar. Y algo similar le ocurrió antes de Beijing 2008, aunque con 30 años ya no estaba en su plenitud.
“No pudo ser por un tema de visado, se perdieron las fotografías”, se lamentó. “Estoy seguro de que lo hubiera hecho mejor”.
Eric Moussambani se volvió, además de un graduado en Ingeniería Informática, un pionero de la natación en su país. Tras su legendaria aparición, inauguraron la primera pileta olímpica de Guinea Oriental y hoy por hoy existe una segunda. Se convirtió en el capitán del equipo de Guinea Ecuatorial: “Trato de ayudar a los jóvenes que quieren ser buenos nadadores. Quiero animarles a nadar y a hacer deporte”, dijo. Pero lo cierto es que nunca más tuvieron un representante en la disciplina en unos JJ.OO. Una lástima; o tal vez no. Porque eso hizo que la historia de Eric Moussambani permaneciera para siempre como única e inigualable.
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