El ejercicio cambia contigo: por qué es clave adaptarlo a cada etapa de la vida
Cada momento vital trae desafíos distintos, y la actividad física no debería ser siempre la misma.
Moverse es esencial, pero no de cualquier forma ni a cualquier precio. A lo largo de la vida, nuestros cuerpos, prioridades y tiempos cambian, y con ellos también debería cambiar la manera en que nos relacionamos con el ejercicio. Sostener una rutina física no significa seguir siempre el mismo plan, sino aprender a adaptarlo con criterio.
Expertos en salud y actividad física coinciden en que la personalización del entrenamiento es clave para evitar frustraciones y lograr adherencia. El objetivo no es alcanzar un ideal ajeno, sino encontrar formas de moverse que acompañen las circunstancias personales de cada etapa vital.
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1. Lo que sirve hoy, puede no servir mañana
A los 20 quizás se prioriza el rendimiento físico o la estética; a los 40, el cuidado de las articulaciones o el manejo del estrés; y a los 60, la movilidad y el equilibrio. Pretender que un solo tipo de ejercicio funcione siempre igual es poco realista. Lo importante es adaptar la actividad a las necesidades y capacidades actuales, sin compararse con el pasado.

2. El entorno condiciona, pero no limita
Cambios laborales, la crianza de hijos, enfermedades o incluso la falta de tiempo son obstáculos frecuentes. Pero eso no significa renunciar al ejercicio: caminar, estirarse en casa, bailar, andar en bici o jugar con niños también cuentan. Ajustar expectativas y redefinir qué entendemos por “hacer deporte” ayuda a no abandonar el movimiento por completo.
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3. La motivación nace del disfrute
No todo ejercicio debe ser exigente o doloroso. Sostener una práctica en el tiempo requiere que sea placentera. Escuchar al cuerpo, elegir actividades que resulten agradables y permitirse variar son formas efectivas de mantener la motivación sin caer en la rigidez ni en el autoexigencia excesiva.
Adaptar el ejercicio no es un signo de debilidad, sino una forma de respeto hacia el propio cuerpo. Reconocer que estamos en constante cambio y que nuestras rutinas deben acompañar ese proceso es una manera de cuidar la salud con inteligencia, compromiso y disfrute.
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